De viñeta a Viñeta: American Vampire
Desde hace bastante tiempo, la línea adulta de DC (editorial que publica los cómics de Batman y Superman entre otros), Vertigo, parece (sobre)vivir de reediciones de Sandman o Predicador de manera continua, alargando hasta la extenuación Hellblazer y exprimiendo su actual gallina de los huevos de oro, Fábulas.
Esta situación, por otro lado lógica (es una línea que proporciona prestigio más que réditos a DC), produce en el comprador, potencial o esporádico, reticencias e incluso rechazo en el momento que se nutre de nuevos títulos, la mayoría de la veces de una calidad ínfima (o inexistente) respecto a las vacas sagradas. Pero este no ha sido el caso de American Vampire, sorpresa del año creada por Scott Snyder, Rafael Albuquerque y Stephen King, cuya participación se antoja importante, no solo por la publicidad extra de su nombre en la cubierta, si no por la aportación en el origen del primer vampiro americano.
El Salvaje Oeste, año 1880. Skinner Sweet, forajido, atracador de bancos, asesino algo psicótico, por fin ha sido apresado por la justicia y por con quién no debía. Para su desgracia, en su intento de huida, el destino tenía guardado otras cartas para él.
Los Ángeles, Hollywood, año 1925. Pearl Jones y Hattie son amigas, jóvenes y aspirantes de actrices en plena Gran Depresión americana, enamoradas del actor de moda, más aún cuando este las invita a una de sus famosas fiestas, llenas de glamour e invitados de relumbrón.
Año 1880. Sweet ha sido apresado por vampiros burgueses europeos, dueños del banco que intentó robar y de la expansión del ferrocarril por el continente americano, descontentos de su huida y su frustrado intento de asesinato, sedientos de sangre atacan a Sweet para aplacar su sed, pero antes de rematarlo, parte de su sangre cae en el ojo de su victima. Acaba de nacer una nueva clase de vampiro, el vampiro americano, más fuerte, más agresivo y puede andar bajo la luz del sol.
Año 1925. Pearl se despierta en la morgue. Ha sido dada por muerta tras las brutalidades sometidas por los vampiros que se encontraban en la fiesta. Asustada huye a su casa, donde se encuentra con Sweet, curiosamente su incordio de vecino. Ella necesita consuelo, pero recibe a cambio el beneplácito de Sweet y una única idea: venganza.
A lo largo de los cinco capítulos que consta el primer tomo de American Vampire publicado por Planeta DeAgostini, seremos espectadores de la muerte, resurrección y reinado de Skinner Sweet en la historia reciente de los Estados Unidos, narrada bajo dos puntos de vista: la literaria fantástica de un periodista presente en la captura y muerte de uno de los villanos del antiguo salvaje oeste, y los sucesos actuales (en el año 1925) de la desafortunada Pearl.
Scott Snyder ha creado un universo consistente, una base idónea con las ideas muy claras de aquello que quiere contar y cómo debe hacerlo, dando una nueva vuelta de tuerca a la manida imaginería del vampiro. Aliándose con Stephen King para crear al villano más encantador desde Tony Soprano y Dexter Morgan, el personaje de Sweet no engaña a nadie, es un hijo de puta, punto. Manipulador e inteligente, sus actos sin escrúpulos para acabar con sus enemigos de todas las formas posibles, ya sea de forma física o psicológica (la forma de castigar a uno de sus captores, sería inimaginable en las actuales adaptaciones cinematográficas, ya que no estamos hablando de la actual moda de vampiros para adolescentes, ni del glamour que destilan los protagonistas de True Blood/Sangre Fresca, aunque comparten algunos detalles con sus protagonistas).
Los vampiros creados por Snyder y King son crueles, no por que su conversión les haya arrastrado a una vida de sangre y violencia; la personalidad humana se mantiene, con sus obsesiones y flaquezas, y si siendo humano eras una buena persona, lo seguirás siendo de vampiro como ocurre con Pearl (a pesar de sus arrebatos que conllevan su nueva condición), todo lo opuesto a Sweet, que gracias a su nueva segunda oportunidad, su mala leche se acentúa hasta niveles insospechados.
A pesar del gran trabajo literario, el éxito de American Vampire surge de los lápices y composiciones de su ilustrador, el brasileño Rafael Albuquerque. Compartiendo halagos junto con sus compatriotas Fábio Moon y Gabriel Bá (autores de la excelente Daytripper), son las actuales estrellas del sello Vertigo.
Conocido por el gran público por su etapa en adolescentes con superpoderes como Blue Bettle en DC, el salto de calidad dado en American Vampire ha sido enorme. Desde la composición de las portadas, hasta la narración ágil y fluida en las páginas interiores, por no hablar del cambio de estilo y colores según la época: colores vivos y un trazo más suelto para el viejo oeste, colores más apagados y fotográficos y u trazo más grueso y sombrío para la actualidad. Además su manera a exagerar el estado agresivo de los vampiros, con deformidad de rasgos y cuerpos, muy deudor de los personajes de Crisom, la serie de vampiros creada por el mejicano Humberto Ramos a finales del siglo pasado, suponen una evolución de lo grotesco y la casquería gore que destilaban las páginas del pobre Alex en su búsqueda de redención.
Como había dicho anteriormente, no estamos ante vampiros románticos, sino ante asesinos que desmiembran a sus victimas, que sufren vejaciones para su divertimento, capaces de todo, como debería ser unos personajes sobrehumanos, ajenos de todo sentimiento de culpabilidad, aunque la bondad de los nuevos vampiros creados por el propio Sweet siga a flote.
Una serie a tener muy en cuenta, que no defrauda a nadie que se acerque a sus páginas. Simplemente espero que no alarguen hasta la extenuación la historia, que por recorrer la presente historia americana, tiene un fin marcada. No puedo esperar a ver las andazas de Skinner Sweet en plena Segunda Guerra Mundial.
Esta situación, por otro lado lógica (es una línea que proporciona prestigio más que réditos a DC), produce en el comprador, potencial o esporádico, reticencias e incluso rechazo en el momento que se nutre de nuevos títulos, la mayoría de la veces de una calidad ínfima (o inexistente) respecto a las vacas sagradas. Pero este no ha sido el caso de American Vampire, sorpresa del año creada por Scott Snyder, Rafael Albuquerque y Stephen King, cuya participación se antoja importante, no solo por la publicidad extra de su nombre en la cubierta, si no por la aportación en el origen del primer vampiro americano.
El Salvaje Oeste, año 1880. Skinner Sweet, forajido, atracador de bancos, asesino algo psicótico, por fin ha sido apresado por la justicia y por con quién no debía. Para su desgracia, en su intento de huida, el destino tenía guardado otras cartas para él.
Los Ángeles, Hollywood, año 1925. Pearl Jones y Hattie son amigas, jóvenes y aspirantes de actrices en plena Gran Depresión americana, enamoradas del actor de moda, más aún cuando este las invita a una de sus famosas fiestas, llenas de glamour e invitados de relumbrón.
Año 1880. Sweet ha sido apresado por vampiros burgueses europeos, dueños del banco que intentó robar y de la expansión del ferrocarril por el continente americano, descontentos de su huida y su frustrado intento de asesinato, sedientos de sangre atacan a Sweet para aplacar su sed, pero antes de rematarlo, parte de su sangre cae en el ojo de su victima. Acaba de nacer una nueva clase de vampiro, el vampiro americano, más fuerte, más agresivo y puede andar bajo la luz del sol.
Año 1925. Pearl se despierta en la morgue. Ha sido dada por muerta tras las brutalidades sometidas por los vampiros que se encontraban en la fiesta. Asustada huye a su casa, donde se encuentra con Sweet, curiosamente su incordio de vecino. Ella necesita consuelo, pero recibe a cambio el beneplácito de Sweet y una única idea: venganza.
A lo largo de los cinco capítulos que consta el primer tomo de American Vampire publicado por Planeta DeAgostini, seremos espectadores de la muerte, resurrección y reinado de Skinner Sweet en la historia reciente de los Estados Unidos, narrada bajo dos puntos de vista: la literaria fantástica de un periodista presente en la captura y muerte de uno de los villanos del antiguo salvaje oeste, y los sucesos actuales (en el año 1925) de la desafortunada Pearl.
Scott Snyder ha creado un universo consistente, una base idónea con las ideas muy claras de aquello que quiere contar y cómo debe hacerlo, dando una nueva vuelta de tuerca a la manida imaginería del vampiro. Aliándose con Stephen King para crear al villano más encantador desde Tony Soprano y Dexter Morgan, el personaje de Sweet no engaña a nadie, es un hijo de puta, punto. Manipulador e inteligente, sus actos sin escrúpulos para acabar con sus enemigos de todas las formas posibles, ya sea de forma física o psicológica (la forma de castigar a uno de sus captores, sería inimaginable en las actuales adaptaciones cinematográficas, ya que no estamos hablando de la actual moda de vampiros para adolescentes, ni del glamour que destilan los protagonistas de True Blood/Sangre Fresca, aunque comparten algunos detalles con sus protagonistas).
Los vampiros creados por Snyder y King son crueles, no por que su conversión les haya arrastrado a una vida de sangre y violencia; la personalidad humana se mantiene, con sus obsesiones y flaquezas, y si siendo humano eras una buena persona, lo seguirás siendo de vampiro como ocurre con Pearl (a pesar de sus arrebatos que conllevan su nueva condición), todo lo opuesto a Sweet, que gracias a su nueva segunda oportunidad, su mala leche se acentúa hasta niveles insospechados.
A pesar del gran trabajo literario, el éxito de American Vampire surge de los lápices y composiciones de su ilustrador, el brasileño Rafael Albuquerque. Compartiendo halagos junto con sus compatriotas Fábio Moon y Gabriel Bá (autores de la excelente Daytripper), son las actuales estrellas del sello Vertigo.
Conocido por el gran público por su etapa en adolescentes con superpoderes como Blue Bettle en DC, el salto de calidad dado en American Vampire ha sido enorme. Desde la composición de las portadas, hasta la narración ágil y fluida en las páginas interiores, por no hablar del cambio de estilo y colores según la época: colores vivos y un trazo más suelto para el viejo oeste, colores más apagados y fotográficos y u trazo más grueso y sombrío para la actualidad. Además su manera a exagerar el estado agresivo de los vampiros, con deformidad de rasgos y cuerpos, muy deudor de los personajes de Crisom, la serie de vampiros creada por el mejicano Humberto Ramos a finales del siglo pasado, suponen una evolución de lo grotesco y la casquería gore que destilaban las páginas del pobre Alex en su búsqueda de redención.
Como había dicho anteriormente, no estamos ante vampiros románticos, sino ante asesinos que desmiembran a sus victimas, que sufren vejaciones para su divertimento, capaces de todo, como debería ser unos personajes sobrehumanos, ajenos de todo sentimiento de culpabilidad, aunque la bondad de los nuevos vampiros creados por el propio Sweet siga a flote.
Una serie a tener muy en cuenta, que no defrauda a nadie que se acerque a sus páginas. Simplemente espero que no alarguen hasta la extenuación la historia, que por recorrer la presente historia americana, tiene un fin marcada. No puedo esperar a ver las andazas de Skinner Sweet en plena Segunda Guerra Mundial.
1 Comments:
¡Ya está leido y disfrutado!
Quiero ser mordida por Sweet, ya mismo. Los chicos malos son muy excitantes, ji ji ji.
Besines
enero 10, 2011 4:56 p. m.
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