Fecha: 10 de noviembre
Lugar: Palacio de Deportes, Madrid
Desde hacía tiempo tenía la curiosidad de comprobar si los cantos de sirena en referencia a los espectáculos del grupo alemán
Rammstein eran merecedores tales halagos.
Con un show medido al detalle de principio a fin, se presentaron
Rammstein en el
Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid haciendo gala de todos sus trucos para acompañar un repertorio donde casi completaron sus éxitos. La fanfarria, la pirotecnia, los juegos de luces y humo, petardos, un cambio de escenario (de una lúgubre caverna pasaron a una fábrica digna de
Fritz Lang), aderezado con un toque burlesque, y mucho teatro (donde destacó por méritos propios el cañón de espuma que finalizó la canción de presentación de su nuevo trabajo,
Pussy) resultaron muy satisfactorio aunque lejos de asombrar. Al menos en apariencia,.
Tras muchos conciertos, espectáculos, la edad termina siendo un grado que inclina a favor o en contra. Es cierto que se disfruta del conjunto del show, por que es más que un concierto, pero alucinar cuando queman a alguien en el escenario, o bañan a uno de los integrantes del grupo con fósforo procedente de los petardos de la pirotecnia, es gracioso, pero no alucino como podría haberlo echo con 18 ó 20 años.
Deudores (tanto ellos como Marilyn Manson) de David Bowie en su etapa de Ziggy Stardust u Ozzy Osbourne, por su puesta en escena, los cambios de vestuario, los elementos efectistas en ningún momento terminan por apabullar y desplazar lo verdaderamente importante, la música.
Con unos orígenes marcados por el techno alemán, Rammstein son de los pocos grupos que con su rock industrial no han caído en el olvido, como muchos grupos surgidos a mediados de la década de los noventa, gracias a su sonido de guitarras y percusión, que han permitido sobrepasar la barrera entre la música de baile y el rock más puro.
Tras una hora y cuarenta minutos de reloj, uno tiene la sensación de haber pagado menos por un espectáculo que vale mucho más.